Sunday, March 02, 2008

Capítulo III

Daniela:

Lo pensé detenidamente entonces, lo pensé en el camino al aeropuerto, de regreso al departamento; mientras desayunaba, cuando revisaba unos planos. Pero esa tarde conducía rumbo a Cuernavaca.



Es que se trataba del profesor Reina, la persona más apreciada para mí y el único hombre en quien podía depositar toda mi confianza.Esperaba que su emergencia no fuera tan grave, por su bien más que nada, pero también quería contarle todo lo que me había pasado hasta entonces. Como el rechazo que tuvo mi proyecto en la empresa, les pareció que la idea de los hiper sensores era solo ciencia ficción; ignoraron las posibilidades facilitadas por los superconductores que se están desarrollando y menospreciaron las aplicaciones que pueden darse por ejemplo en la medicina al obtener información de los pacientes que de otro modo es inaccesible, y todavía me recordaron que estamos en México y que aquí no se hacen ese tipo de innovaciones, que mejor se compran las patentes.



Peor fue cuando mis padres se enteraron de mi “derrumbe” como calificaron esta situación. ¿Cómo no se iban a enterar si tienen espías en la compañía? Ah pero según que son conocidos de ellos, sí pero empezaron a tratarse a raíz de que yo entré a trabajar ahí.



Es que si mis jefes en la empresa no creen en mí mis padres menos, para colmo hasta parece que cada predicción negativa de mis progenitores con respecto a mí es una profecía que por desgracia se cumple.



De por si sí me afectó mucho esta desestimación a lo que tanto trabajo me costó concebir; pero como dice Sun Tzu: “Si eres débil muéstrate fuerte” Por eso ni Raquel sabe como me he sentido respecto a eso.



Como tampoco sabe lo que realmente padecí con Roberto, claro no fue toda culpa suya, en estas relaciones tarde o temprano ocurren desavenencias, pero con él constaté lo que desde mi adolescencia venía experimentando con los romances: siempre me deprimen hasta el grado de querer morir y adiós la templanza conseguida por los años. Definitivamente algunas personas no nacemos para amar y por eso tenemos que realizarnos de alguna otra forma.



Había llegado a la colonia que el mensaje indicaba, estaba oscureciendo y las calles estaban vacías; noté que casi eran puras casas de alquiler. Llegué al número y leí la placa que decía: “Profesor Jeremías Reina, psicólogo”. Entonces toque. Seguí tocando. Dos horas después era obvio que no abriría.



La primer decepción que el profesor me daba. Como me advirtió Raquel. Ahora un gran pilar se me había cuarteado. Pero los malos acontecimientos apenas empezaban ya que no arranco el auto. Recordé que entrando en la colonia había visto un taller.



Fui a ver y le toqué. Un hombre salió por fin.



— ¿Qué se le ofrece señorita?



—Quise decirle: “Nada, estoy aplanando la cortina de su negocio” sin embargo me contuve.



— Es mi auto que no arranca.



Fuimos con la grúa a donde había dejado el coche. Luego de revisarlo dijo:



— Me temo que hasta mañana podré hacerle una revisión a fondo para saber lo que tiene.



— ¿Y mientras yo que hago si ya se hizo oscuro?



— Vaya a la posada.



Y fui pero la encontré cerrada con un letrero de clausura. Estaba sola y muy lejos de casa. Entonces saque el celular. Solo que ¿A quién le hablaba? Raquel estaba en Francia y mis papás aprovecharían esta situación para hacerme sentir una inútil.



¡Muéstrate fuerte Daniela! Me decía. Guarde mi celular y me senté en una banqueta. De pronto vi una luz pasar sobre mí. Volteé y vi que un auto venía colina arriba. Sin pensarlo mucho subí hasta ponerme enfrente del que resultó ser un taxi.

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