Saturday, March 01, 2008

Capítulo II

Raquel:

Daniela se había quedado muy pensativa al ver su celular y pues pensé que solo podía tratarse de alguien. Pese a lo apurada que estaba me acerqué y le pregunté.



— ¿Es Roberto verdad?



— Hay chiquita si fueras adivina te morías de hambre. No es de Roberto el mensaje. ¡Y no vuelvas a mencionarme a ese cretino! Es del profesor Reina Ya te he contado de él.



— ¡Ah sí! El psicólogo que te ayudó a superar tus miedos, lo último que me platicaste fue que lo viste hace dos semanas en el evento en el que yo estaba trabajando, ese donde me puse leotardo y una escafandra.



— Y te veías muy mona.



— Y me valió pues ahí me contrataron para ir a Francia gracias a que a mis jefes les resulte parecida a Lorena Velásquez, esa actriz del cine mexicano fantástico que es un icono allá.



— Sí esa vez fui a buscarte para comer pero dijiste que todavía estarías ocupada un rato y yo mientras recorrí el lugar; así vi que uno de los que presentaban su libro era ni más ni menos que el profesor Reina y fui a saludarlo en su stand. Fue un momento de lo más emotivo.



— Sí cuéntame otra vez.



— Se sorprendió al ver que la niña que había dejado de ver ahora era una mujer, por su parte él tenía ya más anchura en su complexión, pequeñas arrugas en su cara y canas en su cabellera y barba, sí habían dejado algo esos diez años pero seguía irradiando ese aire de sabiduría y mostrando esa sonrisa que inspira ánimo así estés de lo más decaída.



— Así como lo describes me dan unas ganas enormes de conocerlo.



— Bueno pues nos abrazamos y le di un beso en la mejilla, lastima que no pudo acceder a comer con nosotras pues dijo estar muy ocupado; pero le di mi número de celular y bueno pues parece que me acaba de mandar un mensaje, que es importante que lo vaya a ver en su casa de Cuernavaca.



— ¡Pero no vas a ir! ¿O sí?



— Es que es el profesor Reina.



— Si pero es un extraño.



— No, no es un extraño, lo conozco desde niña.



— Pero ni que fuera un familiar.



— Ya sabes que no me llevo bien con mis padres y el profesor es como lo que hubiera sido un mejor padre.



— A ver a ver dime ¿Ese profesor Reina está casado?



— No que yo sepa.



— ¿Y profesor de qué es?



— De psicología me imagino.



— ¿Qué iba a hacer a tu casa?



— Pues al principio oí decir que era socio de mi padre y después que representaba a uno de los centros de asistencia que mi familia mantiene a base de donativos.



— ¿Pero por qué iba tan seguido a tu casa? ¿No podría ser que lo haya contratado tu papá para que viera tus problemas psicológicos?



— Tal vez, pero eso no demerita en nada el bien que me hizo.



— Déjame te cuento algo; cuando mi abuelito murió yo lloré mucho y creo que no sentiré tanto la perdida de mi papá o de mi mamá cuando Dios guarde la hora y se vayan también. Ya te he contado lo histéricos que son y tal vez mi abuelo haya sido peor pero conmigo siempre presento una linda cara. Hice una pausa en lo que escogí un vestido para ponerme. Luego proseguí.



— Daniela tú no quieres sufrir más decepciones y solo correspondes a los que sin ninguna obligación crees que te han querido, y como a tus padres les guardas rencor porque sientes que te tuvieron abandonada cuando debieron estar contigo, pues mejor aprecias acciones como las de tus sirvientes que no tenían porque quererte y de alguna manera lo hicieron.



Daniela solo se había puesto un saco, yo en cambio tuve que vestirme y maquillarme lo que me dio tiempo para hablar y decir todo aquello.



— Lo mismo pasa con el profesor, en verdad no lo conoces pero te ayudó cuando te hacía falta alguien, no tenía ningún tipo de obligación hacía ti y por eso lo cubres con un aura de nobleza infinita como a tus sirvientes, incluso lo elevas a la categoría de un mejor padre descalificando al verdadero. Pero ahora en esta petición tan extraña como la que te hace existe el riesgo de que ahora no solo te decepcione sino que Dios no lo quiera pase algo peor, si solo lo piensas bien verás que así es.



Nos dirigimos al estacionamiento y antes de arrancar el coche no pude contenerme y le pregunté sobre el otro asunto que me interesaba.



— ¿Y de verdad no vas a darle otra oportunidad a Roberto?

No comments: